domingo, 8 de mayo de 2016

#068


Me despierto sudando, semidesnuda, en una cama que no reconozco como mía y me doy cuenta de que no sé donde estoy. A mi alrededor solo veo rostros borrosos que no consigo descifrar, mientras las paredes correosas se ciernen sobre mi. 

Cuando consigo reponerme a trompicones busco a tientas mi ropa y parte de la dignidad que me acompañaba hasta antes de entrar en aquella habitación. El sabor amargo de la bilis me recorre la boca e intento recordar algo... pero no puedo. 

Me acerco a la única ventana en la estancia, por donde entra aire fresco que limpia el ambiente cargado, mientras las cortinas se enrollan a lo largo de mi cuerpo. 

Miro a mi izquierda y veo mi reflejo en el gran espejo que llega al suelo. No me reconozco. No. No puede ser. Esa no soy yo. El pelo enredado, las ojeras marcadas, el rimmel corrido y el color morado de mis labios ausente... Seguro que está en alguna camisa rota, de un color que no recuerdo, de alguien que no conozco...

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